jueves, 13 de septiembre de 2007

Abrazando los brazos al cielo...

Qué tristeza más profunda, casi sin aire ni sombra, al leer en la página de José María Lama la noticia de una carta recién descubierta sobre la muerte de García Lorca. La publicó La Razón en junio de este año, pero como viajo mucho y no leo este tipo de periódicos no me enteré. Manuel Luna, un franquista granadino, cuenta en primera persona cómo presenció y participó en el fusilamiento del poeta granadino.
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[...] Fui de los que asistieron, en una mañana de agosto, al fusilamiento, en el cementerio, ante las fosas abiertas, de setenta rojos, todos ellos bandidos, asesinos, criminales, violadores, incendiarios... Y gocé mucho, muchísimo, porque se lo merecían. Entre ellos estaban el presidente de la Diputación roja Virgilio Castilla, el ex gobernador rojo de Alicante Vicente Almagro, el alcalde rojo de Granada Montesinos (un médico), el ingeniero de caminos y ex diputado constituyente Santacruz, el ex alcalde de Granada Fajardo, el diputado Corro y otros más, médicos, catedráticos, abogados, ingenieros, procuradores, etc. Hicimos una buena limpia. Algunos días después cogimos al gran canalla de García Lorca -el peor de todos- y lo fusilamos en la Vega, junto a una acequia. ¡Qué cara ponía! Abrazaba los brazos al cielo. Pedía clemencia. ¡Cómo nos reíamos viendo sus gestos y sus muecas! Pertenecí a la ronda depuradora de Ruiz Alonso.
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La carta escrita en los años cuarenta va dirigida a Melchor Fernández Almagro, felicitándole por un artículo que publicó en La Vanguardia Española en mayo de 1939 titulado "Genealogía de los rojos". Melchorito, ay, el mismo al que su amigo Federico dedicó su mágico libro Canciones en 1927...
No puedo entender esto. No estoy preparado para ni siquiera releer cosas así. ¿Por qué pueden existir personas como éstas, sin escrúpulos, sin corazón, sin humanidad? Manuel de Falla ya se enteró que hicieron sufrir mucho al poeta y que fue humillado cruelmente. Antonio Machado imaginó poéticamente su asesinato con versos que todavía hielan:
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Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
...Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
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Cuánto hijo de puta. Pobre Federico...