viernes, 21 de septiembre de 2007

El olvido que seremos

Cae en mis manos esta mañana, enredando entre las estanterías de una céntrica librería de Cáceres que desde hace años es mi librería, una de las novedades de Seix Barral, recién impresa en este mes de septiembre. Se titula El olvido que seremos y su autor es el colombiano Héctor Abad Faciolince. Viene abrazada en su faja publicitaria por palabras laudatorias de Javier Cercas, Rosa Montero y Manuel Rivas. La curiosidad, el poético título, el desconocimiento del autor y el argumento hacen que me la lleve a casa.
La novela gira en torno a la vida del padre del autor, médico entregado a la defensa de las igualdades sociales y los derechos humanos que morirá asesinado cruelmente. Llevo apenas cien páginas de casi trescientas y no puedo más que volver a iniciar su lectura... Emocionado, sobrecogido, tremendamente atravesado por un sentimiento doloroso y conmovedor. Hablar de la figura del padre nos ha dado frutos hermosos en la literatura universal (Manrique, Kafka o Naipaul me llegaron mucho). Mi momento actual me hace estar más unido que nunca a mi padre, el mejor padre del mundo, y este recuerdo desgarrador de Héctor Abad hacia su padre me ha agarrado el corazón fuertemente. He encontrado unas tristes palabras del autor sobre esta novela:
-
[...] Entregué un libro, y lleva el título de El olvido que seremos, que es un pedazo de un verso póstumo de Borges, en la primera línea de un soneto que se llama “Epitafio”. Lo escribí, a intervalos y con muchas dificultades (dificultades mentales, resistencias internas), en los últimos tres años, pero tal vez sería más exacto decir que lo vengo escribiendo en los últimos 19 años, desde el momento en que encontré tirado en el suelo, en un charco de sangre, a mi papá. Es el único libro que he escrito por necesidad, por una necesidad íntima, y al mismo tiempo por obligación: es la única novela (digamos que es novela) que yo mismo me he impuesto como una obligación personal.
-
Héctor Abad comenzó varias carreras universitarias pero no logró terminar ninguna. Se le expulsó de la Pontificia por escribir contra el Papa y se fue a vivir a Italia. Pasados los años regresó a su Colombia natal y cuando asesinaron a su padre decidió refugiarse nuevamente en suelo italiano tras recibir amenazas de muerte. Esta novela-diario personal late palabras durísimas, deja derramar lágrimas propias y ajenas, habla con cruel atino de la realidad de la ausencia, es capaz de cortar la respiración con imágenes imborrables y hacer que un suspiro te desate por completo el ánimo.
Nunca he sido lector veloz. No envidio a los que leen a la velocidad del rayo (casi en lo que yo tardo en leer sólo la contraportada) y corren a escribir sus impresiones. Pero con esta novela no podrás correr. Recuerda bien su título porque va a ser un gran éxito de crítica y lectores; estoy convencido de ello. Hace mucho que no leo nada igual. Recomendada cien por cien. Literatura luminosa, limpia, auténtica. Ya me lo dirás. No tienes que agradecerme nada.
...Y todavía me quedan casi trescientas páginas.