Me gustan los jueves porque, entre otras cosas, leo a modo de blog lo que mi amiga Pilar Galán escribe en su columna periodística. Aparece justo al final de El Periódico Extremadura, aunque yo es lo primero que leo. Es siempre luminosa, algo cascarrabias, brillante, hiriente y sobre todo irónica finísima. Sabe de lo que habla y le gusta jugar con todas las posibilidades que le ofrece el lenguaje (por algo es una de sus más fieles trabajadoras). Hoy ha titulado a su columna "Hojas secas" y de nuevo me ha encandilado.
Aquí va, querida Pali, como homenaje de afecto compartido y de admiración confesada tu columna; comparto tus pensamientos y tus palabras, como tantas veces. No te pido permiso, no vaya a ser que me lo prohibas, que nos conocemos... ¿Para cuándo otro esperpéntico control de alcoholemia?
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Así, sin enterarnos, estamos otra vez en otoño, y, aunque el calor se empeñe en lo contrario, la luz ya no es la misma. Anochece antes y han empezado a revolotear las hojas secas. Es tiempo de fascículos e informes de la OCDE sobre la situación de nuestro sistema educativo. De forma cíclica, como las estaciones, aparecen los anuncios que nos permitirán aprender un idioma en cómodas entregas de mil semanas y avisos de que las cosas en educación no son tan maravillosas como las pintan. Al principio, estas noticias hacen mucho ruido, luego, te acostumbras a pisotear los folletos, el primer fascículo, el informe educativo. Igual que si fueran hojas secas. Crujen un poco, arman revuelo con el primer soplo de brisa nocturna, pero luego desaparecen y todo vuelve a su lugar. No hablamos inglés, ni hacemos punto de cruz o coleccionamos miniaturas y tampoco tenemos una educación en condiciones, pero qué más da, si es otra vez lo mismo. Mientras los políticos se empeñan en igualar siempre por abajo, en diseñar un bachillerato a la carta y en hacer demagogia con los planes de estudio, la OCDE nos recuerda cómo andamos. Aquí todos tienen acceso al sistema educativo, otra cosa es que este sea de calidad. Con la excusa de hacerlo aún más igualitario, lo están convirtiendo en algo que nadie quiere. Y la enseñanza pública, que debería ser el buque insignia de cualquier gobierno, está al borde del naufragio más estrepitoso, entre planes demenciales y dinero malgastado. En fin. Hojas secas, informes educativos y fascículos de idiomas. Cosas del otoño que se olvidarán pronto en un país donde lo importante siempre es otra cosa.
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[El Periódico Extremadura, 27/09/2007]