domingo, 23 de septiembre de 2007

Aquiles y la tortuga

Zenón de Eleas fue un filósofo griego del que no se sabe mucho. Dejó escritas varias aporías o paradojas, y ésta es una de las más conocidas:
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Aquiles, el de los pies ligeros, es el corredor más veloz de toda Grecia. Y la tortuga... bueno, es una tortuga. Lenta. Ceremoniosa. Pesada. Arreglan correr una carrera. Aquiles corre diez veces más rápido que la tortuga, por lo que decide darle diez metros de ventaja.
Empiezan. Aquiles corre esos diez metros, pero en ese tiempo la tortuga corre un metro. Aquiles corre ese metro y la tortuga, diez veces más lenta, corre un decímetro. Entonces Aquiles corre ese decímetro, pero la tortuga corre un centímetro. Cuando Aquiles corre ese centímetro, la tortuga corre la décima parte de un centímetro. Y así infinitamente.
Aquiles, el de los pies ligeros, jamás podría alcanzar a la tortuga, aunque la carrera durara por siempre.
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Hay algo que no está bien. Creo (en mi ignorancia) que el razonamiento que aquí se hace no es correcto. No soy capaz de vislumbrar dónde está el error, pero el gran Borges haría un intento en 1964:
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Esta paradoja es atentatoria no solamente a la realidad del espacio, sino a la más invulnerable y fina del tiempo. La existencia en un cuerpo físico, la permanencia inmóvil, la fluencia de una tarde en la vida, se alarman de aventura por ella. Esa descomposición, es mediante la sola palabra infinito, palabra (y después concepto) de zozobra que hemos engendrado con temeridad y que una vez consentida en un pensamiento, estalla y lo mata. Mi opinión corre el doble riesgo de parecer impertinente y trivial: Zenón es incontestable, salvo que confesemos la idealidad del espacio y del tiempo. Aceptemos el idealismo, aceptemos el crecimiento concreto de lo percibido, y eludiremos la pululación de abismos de la paradoja.
¿Tocar a nuestro concepto del universo por ese pedacito de tiniebla griega?, interrogará mi lector.
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Lo incoherente sigue siendo, a día de hoy, que los demás lean en ti cosas ajenas a su persona y en ellas se vean aludidas. Dios me libre...