Acabo de llegar hace pocas horas de Guadalupe. Mi amigo Javier Pérez Walias me ha traído y también me ha llevado. Las más de dos horas y media en total del viaje nos han dado para hablar mucho y bueno, afianzando las opiniones que ya tenía del poeta y del amigo; no sé todavía cómo agradecérselo.
Muchas y buenas páginas también para este ausente blog me ha dado la doble jornada (viernes-sábado) que he pasado en Guadalupe con poetas y fotógrafos extremeños. Allí nos convocaban el comisario del Año Jubilar 2007, Teresiano Rodríguez, y los dos motores literarios dentro de la convención: José Miguel Santiago Castelo y Julián Rodríguez. La excusa de juntarnos es la publicación de un libro inmediato con poemas inéditos de una veintena de autores de Extremadura y con bellas fotografías de esta espiritual localidad. Lecturas, debate y puestas en común han hilado la convivencia. Paseos, visitas, comidas y cenas, y por la noche entre copa y copa secretos, risas y chismes literarios (que los hay; el mejor el de uno que reza mucho y su fotocopiadora). Inma oyó emocionada las campanadas del Monasterio y bajo las siete más una mujeres fuertes del camarín se confió al sueño del reencuentro. Álvaro, con Yolanda y Alberto, hablaba entusiasmado de los diarios de José Antonio y de la buena salud de nuestras letras regionales. Qué poco tiempo para charlar de tantas cosas que uno llevaba anotadas...
Daniel, José Manuel y un servidor disfrutamos como pocas veces entre confidencias, versos y nocturnidades. Los tres únicos llegamos hasta el final y cerramos Guadalupe; a Serafín nos lo raptaron y nos libraron (oh desgracia) de su oncena sabiduría. Terminamos la madrugada metidos en la doble cama de la habitación 104 del Parador, con un portátil de fondo simple y música que iba algo deprisa, una hilera de zapatos cuyo olor no encontraba parangón, los ronquidinos de Daniel después de leernos sus garabatos cuadriculados y los ojos emocionados de Jose, de los que no aparté mi lectura y que me convenció para viajes comunes y tristes detrás de los barrotes de la incomprensión.
A las pocas horas, visita a la Patrona de todas las Españas acompañado del brazo de mi querido Castelo. Después de poner verde a Buñuel, verle disfrazado de soldadito español recogiendo un premio de poesía antes que yo naciera y oirle imitar a Borges recitando de memoria a Gabriel y Galán, sólo tengo palabras renovadas de admiración y afecto hacia una de las personas más grandes que he conocido en mi vida (ya cuento los minutos para verte en breve en la capital del Reino).
Espero que los allí congregados nos volvamos a encontrar juntos lo antes posible. Sé que esta noche dormiré con la sensación de faltarme algo, con la impresión de que seguramente la historia no se repita. Las fotografías que hemos ido memorizando en las retinas de nuestras cámaras congelan ya uno de los momentos más especiales en la vida de cada uno. Lo sé. Al salir de Guadalupe sólo pedía que todos llegáramos a nuestro destino (Cáceres o Badajoz, Madrid o Colombia) con el corazón lleno de versos ajenos y abrazos verdaderos, compartidos e insustituibles. Seguiremos informando...