Sentarme tranquilamente delante del ordenador y leer los blogs amigos se está convirtiendo ya todas las tardes en un acto prácticamente reflejo. Me entero de muchísimas cosas, me divierto, me entran ganas de gritar, vuelven a darme arcadas, aprendo de lo lindo y me convenzo de alguna idea que hace años adquirí casi a primera vista.
Ya ha comenzado octubre, y llega pasado por agua. Mi blog supera las diez mil ausencias y tiene un añito y tres meses y pico de vida. Repaso varias páginas y releo algunas de las cosas más bonitas que me han pasado en estos meses y también algunas más serias. Un diario abierto en mil páginas al alcance de cualquiera. ¡Qué valentía disfrazada de estupidez y cara dura! Quitarle a los demás un ratito de su tiempo para que lean un ratito del mío. Al fin y al cabo -y aunque algunos se mueran en negarlo- es exhibicionismo (del latín exhibere, "mostrar") en estado puro.
El título de mi blog lo tomé prestado de uno de mis libros, En un triángulo de ausencias, y publicar es también exhibicionismo. No voy a retomar conceptos como autobiografía, sujeto lírico o realidad poética para hablar de composiciones personales, pero sí reconozco que dar a conocer a los demás nuestros pensamientos y sentimientos escondidos bajo versos o relatos es una manera ciertamente de desnudarnos. Cada día estoy más convencido de ello y entiendo mejor la reacia actitud en sus últimos años de Federico García Lorca a publicar en forma de libro sus cosas más suyas. Difícilmente sabremos en manos de quién acabarán estas palabras nuestras, llenas de reflexiones, afectos, preocupaciones. Nunca la personalidad de uno estuvo tan fácilmente al alcance de la mano de los desconocidos. Exhibicionistas son también los Grandes Hermanos, las operadísimas y retocadas de Interviú, la Esteban, Marichalar, la Obregón, el Paquirrín y la madre que lo parió.
Todos al alcance de todos. Bueno, sólo los que quieren. Pero no nos engañemos: a los que escribimos para los demás (porque si escribiéramos para nosotros no lo haríamos público ni en un libro ni en un blog) nos encanta desnudarnos públicamente. Qué pena que uno no tenga el cuerpazo que el bueno de Comendador describía ayer en su blog... Será culpa del espejo, amigo, seguro.